Lo Grotesco  

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Lo grotesco
La categoría de lo grotesco nunca figuró en la estética clásica griega.
Lo grotesco aparece en la pintura ornamental romana descubierta
a fines del siglo XV y a la que se denominó grottesca. Era un conjunto
de formas vegetales, animales y humanas que se combinaban
fantásticamente.
Bajo el esquema clásico esas figuras sólo se podían calificar de
monstruosas. Sin embargo lo grotesco se plasma en al arte como
lo prueban los ornamentos grotescos de Rafael en las galerías del
Vaticano; la pintura del jardín de las delicias del Bosco, la pintura
negra de Goya, los cuentos de Edgar Allan Poe, la Metamorfosis de
Kafka, la pintura surrealista de Salvador Dalí.
Hasta el siglo XVIII, es considerado a lo grotesco como categoría
estética, Justus Möser en su obra Arlequín o la defensa de lo grotescocómico
(1761), hace una profunda reflexión de esta categoría.

En las pinturas del Bosco y las de Dalí se plasman
figuras extrañas de formas geométricas,
vegetaciones deformes etc. Son obras extrañas,
fantásticas, irreales y antinaturales. Éstos son los
elementos de lo grotesco, pues, lo fantástico, lo
extraño, lo irreal; se produce al combinarse lo más
heterogéneo, aunque los elementos que se
mezclan o combinan sean reales.
En lo grotesco hay entonces cierta transformación
de lo real, perdiendo su consistencia y volviéndose
inconsistente y extraño.
Lo grotesco desvaloriza lo real desde un mundo
irreal y fantástico. Lo grotesco muestra lo absurdo,
lo irracional, en la realidad que se presenta como
coherente y racional.

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Lo Comico  

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Lo cómico
La risa es producto de lo que se le ha llamado cómico, que se usa
cuando algo es chistoso, chusco, festivo, jocoso, hilarante o burlesco.
La vida cotidiana está llena de situaciones chistosas, cómicas que
generan risa. A veces en las situaciones más solemnes, formales y
serias; cualquier detalle inesperado, chusco, produce más comicidad.
La risa es sin duda una reacción placentera que caracteriza la
condición humana.
A la risa se le ha entendido de distintas formas a través de la historia,
en la antigüedad romana como un don de Dios o una fuerza
creadora, en el cristianismo primitivo como una emanación del
diablo o fuerza destructora. Aristóteles dice que “el hombre es el
único ser vivo que ríe.”
Aunque la vida cotidiana esté llena de situaciones cómicas, a éstas
no se les puede considerar como artísticas porque la obra de arte
pugna por la contemplación estética y el placer de admirar la obra.
Esto es que las situaciones chuscas de la vida, sólo son eso,
momentos cómicos de la vida, nacieron inesperadamente; pero su
objetivo no era causar risa, no tenían objetivo, simplemente brotaron
de la cotidianidad.
En cambio las obras de arte cómicas están hechas por el hombre
propositivamente, el objetivo de su creación fue ese: suscitar en el
espectador la risa.
Hegel define a lo cómico en el arte como: “satisfacción infinita, la
seguridad que se experimenta de sentirse elevado por encima de la
propia contradicción y de no estar en una situación cruel y
desgraciada.”
Groos la define “como sentimiento de nuestra superioridad sobre
algo anormal que no suscita compasión ni temor.” Y Volket dice:
“un sentimiento de superioridad, entendida ésta como una
superioridad juguetona,
desinteresada, por encima de las
cosas, es un elemento sustancial
de lo cómico. Estas definiciones
señalan el carácter superior del
ser humano sobre una situación
inferior o anormal.
Hegel en su definición habla de
sentirse elevado por encima de
la propia contradicción. ¿De qué
contradicción está hablando?
Hegel y Kant consideran que lo
cómico tiene una naturaleza
contradictoria, ya que en lo
cómico se da la reducción
repentina a la nada de una
intensa expectativa. En otras
palabras, el efecto cómico surge
de algo que se espera
intensamente y se resuelve en
una nimiedad. Hay una brusca irrupción de lo inesperado, pero
lo que brota es lo totalmente contradictorio que desde la lógica se
produciría.
Esto lo muestra la vieja fábula de Esopo: la montaña que pare un
ratón. La espera de algo grande, proporcionado a la montaña, se
resuelve en algo ínfimo: un ratón.
En el fondo, se trata de una contradicción entre lo grande de la
situación y lo ínfimo que acontece.
También hay contradicción cuando son incompatibles los fines
que se persiguen y los medios que se ponen en práctica para
realizarlos. Hay una inadecuación o desproporción.
Hegel ve como ejemplo de esta
desproporción la comedia de
Aristófanes de las mujeres que
quieren deliberar y fundar una
nueva constitución (los fines)
y conservan los caprichos y la
pasión de las mujeres (medios
inadecuados).
En lo cómico hay una
contradicción, un conflicto, esto
se asemeja a lo trágico, aunque
es una contradicción diferente.
Mientras que en la tragedia se
pone de manifiesto una
contradicción entre fines o
aspiraciones nobles, vitales y la
imposibilidad de alcanzarlos; en lo cómico la naturaleza de esos
fines es distinta.
No son fines vitales, y que, por tanto, no pueden ser tomados en
serio. La contradicción de lo cómico se da entre lo que se presenta
como valioso y su carencia de valor. Regresando al ejemplo de la
comedia de Aristófanes, se presenta como muy valioso fundar una
nueva constitución pero los medios con que se quiere realizar
carecen de valor. Lo cómico desvaloriza algo que es. Es la
contradicción entre lo que algo vale realmente y lo que pretende
valer. La pretensión no puede ser tomada en serio, mueve a la risa.
Lo que parecía profundo se muestra superficial; lo noble-vulgar; lo
rico- pobre; lo elevado-mezquino. Lo que funda la comicidad es la
pretensión de valor y no el valor real.
Un ejemplo de este siglo, la Calavera Catrina de José Guadalupe
Posada, con la que el gran grabador mexicano desvaloriza el
emperifollado mundo “catrín” o “bella sociedad” porfiriana que
va a ser arrasada por la Revolución Mexicana de 1910.

Existen tres variedades de lo cómico: el humor, la sátira y la ironía.
Las tres mantienen una unidad y a veces se entrelazan mezclándose
entre la risa.
El humor como lo cómico en general, es crítica, pero una crítica
comprensiva y compasiva. Hay una desvalorización hundiendo a
lo que se presenta tan elevado, aunque el hundimiento no es total.
En el humor brota una risa contenida por la compasión.
La sátira es un grado mucho más profundo de desvalorización del
objeto a tal grado que se concluye que el objeto como tal no merece
subsistir, es la aniquilación del objeto.
La ironía es también una forma de crítica, revela la inconsistencia
de un objeto; pero no es generosa y compasiva como el humor ni
tampoco aniquiladora como la sátira. Es una crítica disimulada,
que se presenta de manera oculta, que hay que leer entre líneas.

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Lo Trágico  

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Lo trágico
La vida humana es trágica, esto significa que en la vida cotidiana el
ser humano se ve afectado por acontecimientos funestos que son
sumamente sangrientos y terribles. Por eso se ha dicho que la
tragicidad es propia de la existencia humana.
Una tormenta, un huracán, un sismo son acontecimientos que
afectan terriblemente la vida del hombre. No sólo los fenómenos
naturales traen tragedia a la vida humana, también ciertas acciones
o comportamientos del mismo individuo sobre otros, trae
acontecimientos terribles que son calificados como trágicos. Como
es trágica la historia de la muchacha judía Anna Frank que, escondida
durante meses en la trastienda de una casita holandesa bajo la
ocupación nazi, acaba por morir en un campo de concentración.
En las situaciones trágicas está presente la derrota, la muerte pero
no de manera natural, sino con un desenlace terrible.
Las tragedias de la vida afectan considerablemente causando
compasión, ira, horror o indignación. Lo que sucede en la vida real
no puede producir placer de ninguna manera. En otras palabras:
lo trágico en la vida real no puede convertirse en espectáculo,
condición necesaria para que pueda producirse el placer estético.
Existen obras producto de la creatividad humana que muestran lo
trágico, y justamente por ser obras de arte están diseñadas para
contemplarse y llevar al espectador al goce estético.
En la literatura existen muchos ejemplos: Edipo Rey, Otelo, Hamlet
etc. En pintura: los fusilamientos del 3 de Mayo, de Goya.
En todas las obras se manifiesta la situación terrible, funesta y
conflictiva que caracteriza a lo trágico. A veces el destino juega un
papel crucial en el desenlace de la obra y es el destino quien pone
en definitiva el carácter trágico, precisamente como sucede en las
tragedias griegas.
Y en los fusilamientos del 3 de Mayo, Goya plasma a los patriotas que
van a ser fusilados por los soldados franceses, hallándose con los
brazos en alto, arrodillados; se enfrentan al destino, la muerte en
una situación verdaderamente terrible.
Lo que caracteriza a las obras trágicas es la imposibilidad de salir
de esa situación funesta, es un conflicto sin solución. La situación
es desdichada, cerrada y con un desenlace funesto.
Para Aristóteles la tragedia viene cuando la felicidad se transforma
en desgracia. El personaje trágico es un ser desdichado, ya que su
vida desemboca en la desventura; por tanto, su destino es sufrir.
Aristóteles no se limita a describir el buen comportamiento del
personaje trágico que el destino le trunca su felicidad desembocando
su vida en un final desdichado; si no que subraya también el modo
como afecta la situación al espectador. Éste efecto es llamado
kátharsis, término griego que se traduce como “purificación”. Así
la tragedia libera al espectador de la carga pasional que se va
acumulando.

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Lo Sublime  

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Lo sublime se puede encontrar en ciertos fenómenos naturales,
como lo puede ser un arcoiris, un cielo estrellado, o también se
puede aplicar a determinadas acciones humanas, como lo que han
hecho algunos hombres que arriesgan o sacrifican su vida. Lo sublime
entonces se aplica a lo que está dotado de un gran poder y
grandiosidad y que opaca nuestra limitación como humanos.
El sentimiento que brota ante lo sublime es el de admiración. El
hombre se eleva desde su precariedad y limitación a algo que está
muy elevado, que se sale de lo cotidiano y normal.
Lo sublime, al igual que las otras categorías, es un
concepto producto de una experiencia humana que
sobrecoge al individuo. Esto es, ante un cielo
estrellado, fenómeno completamente de la
naturaleza; si no existiera ser humano que lo viera
y experimentara; no habría quien lo admirase por
ser sublime. Porque la experiencia de lo sublime es
solo una vivencia humana, sólo existe por el
hombre y para el hombre.
Algunos objetos elaborados por el hombre
creativamente producen en el ser humano la sublimidad. Algunas
obras de arte nos elevan sobre nuestros propios límites, nos
arrebatan por su grandiosidad o infinitud, nos estremecen.
Experiencias que van acompañadas no por el nublamiento de la
conciencia, si no por la contemplación gozosa de la grandiosidad.
¿Cómo no sentir lo sublime ante la cúpula de San Pedro en Roma,
o las pirámides de Egipto, o la Novena sinfonía de Beethoven?
Los pensadores que han estudiado a la categoría de lo sublime en la
historia de la estética son el pseudo Longino en el siglo I, Edmund
Burke y Kant en el siglo XVIII y Hegel en el siglo XIX. Y Nikolai
Hartmann en el siglo XX.

En el escrito de Longino Sobre lo sublime, la
sublimidad tiene que ver con la elevación o
grandeza del alma. La obra de Edmund Burke se
titula: indagación filosófica sobre el origen de
nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello
(1757). Y hace referencia al placer especial que
provoca lo sublime, cuestión no abordada por
Longino.
Burke considera que las fuentes de lo sublime están
en todo aquello que provoca temor, asombro u
horror. El poder que se atribuye a una fuerza terrible
o el que va unido a la representación de Dios,
es también fuente de lo sublime.
Burke también distingue lo sublime de lo bello, los
objetos sublimes son oscuros y de grandes
dimensiones; los bellos son claros, ligeros, delicados
y relativamente pequeños. Lo sublime es distinto a
lo bello y también produce distintos sentimientos:
lo bello agrada, da placer; lo sublime produce un placer relativo o
dolor moderado, causa deleite.
Kant también distingue lo bello y lo sublime arguyendo que en la
belleza hay limitación y en lo sublime hay ilimitación.
Hegel consideró que la categoría estética que rige en el arte antiguo
oriental es la de lo sublime. Y considera que la sublimidad implica
por parte del hombre el sentimiento de su propia finitud y de su
insuperable alejamiento de Dios.
Como hemos visto, el sentimiento de lo sublime se presenta en la
relación entre la grandiosidad e infinitud de una obra de arte y las
limitadas fuerzas humanas. El hombre se eleva en la contemplación
de lo sublime.

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Lo Feo  

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La Fealdad
¿Cómo podemos considerar la fealdad como una categoría estética
considerando que lo estético es el estudio de lo bello?
La fealdad es también una experiencia peculiar que vive el sujeto
ante un objeto artístico, es justamente la experiencia contraria a la
que se vive con la belleza, pero finalmente también es una
experiencia que se sale de lo cotidiano.
Esta categoría no es reconocida como tal en la Grecia clásica, la
belleza es la categoría más significativa cuando se aborda la
problemática de la estética.
Los griegos asociaban bello con bueno y también feo con malo,
los personajes de las tragedias si eran buenos eran bellos y si eran
malos eran feos.
Suele asociarse a la fealdad con lo negativo, pero los estetas como
Sánchez Vázquez afirman que lo feo tiene una dimensión estética
y que no se identifica con valores negativos. Calificar de feo un ser
real (un sapo) no significa negarlo estéticamente. Lo feo se da en
un objeto que por su forma es percibido estéticamente.
A la categoría de lo feo también le sobreviene el tiempo y sus
cambios, así que no siempre lo que se ha considerado feo en una
época sobrevive como tal en otras. Lo feo no es sinónimo de noestético,
lo feo se da en la esfera de lo sensible.
En la naturaleza existen objetos que por su condición se perciben
como feos, como un árbol carcomido, una fruta podrida, un gusano
etc. Pero no sólo hallamos fealdad en la naturaleza en sí, sino
también en los objetos que son producidos por el hombre.
¿Cabe admitir la fealdad como categoría estética?, ¿hasta qué punto
la fealdad es admisible en una historia de la estética que sólo ha
considerado a lo bello como estético?

En la concepción griega sería inadmisible, en la
edad media la belleza es el más alto atributo divino
y la fealdad únicamente es posible en la
vida terrenal, de hecho lo feo nos recuerda
nuestra naturaleza precaria, transitoria y humana.
Lo feo existe en la vida real y se representa
artísticamente; el pecado, la enfermedad y la
muerte que son temas de la fealdad. La verdadera
belleza está en Dios.
Contrariamente el artista del renacimiento no le
encuentra lugar a lo que carece de orden,
proporción y armonía. La búsqueda de la belleza
anula a la fealdad en el plano tanto creativo como
racional.
En los tiempos modernos se dan algunos
intentos de abrirle paso a la fealdad en el arte,
como lo hicieron Lessing y Kant.
En el siglo XVII la fealdad toma un sitio
importante en los tres grandes pintores:
Velásquez, Rembrandt y Ribera. Así entran cuadros de bufones,
monstruos, mendigos, o los idiotas o borrachos de Velásquez; el
buey desollado o la caza colgada de Rembrandt, o los santos
martirizados, los viejos decrépitos o la monstruosa mujer barbada
de Ribera.
Lo feo se expresa en estas pinturas y muestra cierta relación del
hombre con el mundo, relación tensa, desgarrada que no se puede
plasmar con la armonía que manifiesta lo bello.
Goya continúa plasmando la fealdad hasta influir en el arte
contemporáneo. Y en la literatura también se abre paso a lo feo
en el siglo XIX, con el jorobado de Nuestra Señora, de Víctor
Hugo, entre otros.

A finales del siglo XIX surge como una revolución artística el arte
contemporáneo, como una rebelión contra la belleza clásica y el
arte académico burgués, así retoman la fealdad, algunos de ellos
son Picasso, Orozco, Dubuffet, José Luis Cuevas.
En el campo de la reflexión del arte se crean obras
que intentan esclarecer esta categoría, como la de
Rosenkranz, Estética de la fealdad, (1853). Max
Schasler y su obra Aesthetik (1886) y luego Eduard
Von Hartmann. En el siglo XX Nikolai Hartmann
en su obra Estética (1953) dedica parte de su
reflexión a la fealdad.
Ante la fealdad de un objeto estético, el sujeto
lejos de sentirse atraído como le sucede con la
belleza; el sujeto se siente molesto o asqueado. El
objeto contemplado desagrada, repugna, duele;
es justamente lo opuesto al efecto placentero que
vive el sujeto en la belleza.
Pero finalmente la fealdad es una categoría estética
porque es un sentimiento que es experimentado
cuando la obra al estar bien hecha, al estar
perfectamente elaborada logra el efecto de fealdad
en el es espectador.
Lo sublime
Otro concepto que ha nacido de la experiencia en el arte y que se
le considera como categoría es lo sublime. Esta palabra viene del
latín sublimis, que significa elevado, que se levanta o alza del suelo.
Así esta palabra se ha utilizado para designar algo excelso, eminente
o sumamente elevado.


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Imagenes artisticas  

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La Belleza  

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La Belleza
La primera categoría estética que se encuentra en los pueblos
antiguos es “la belleza”. Los griegos han relacionado esta categoría
con el concepto de “bueno”, y designa a lo “bien fabricado” o
“bien hecho”. Por ejemplo las armas son objetos estéticos y bellos
porque están “bien hechos” y tienen una función utilitaria.

Platón termina el diálogo de Hipias Mayor afirmando: “difícil cosa
es lo bello”, heredando la problemática a todos los pensadores
posteriores hasta los actuales. Desde ese entonces a la fecha no han
cesado los intentos por esclarecer exactamente qué es lo bello.
Aunque no se ha encontrado la única definición, si se ha
caracterizado de alguna manera, así la concepción griega clásica de
la belleza habla del orden, la proporción y la armonía como los
principales aspectos que integran a lo bello.
Platón por ejemplo elabora una concepción metafísica de la belleza
afirmando que es una idea eterna, perfecta, inmutable, de la que
participan temporal, imperfecta y diversamente las cosas bellas.
Plotino afirma que la belleza es el resplandor de una luz inteligible
de las cosas sensibles.
Ambos, Platón y Plotino entre otros muchos pensadores han
asociado la categoría de lo bello o a la belleza con un principio
supremo como lo son la idea, Dios, Ser. Fundamentando su
definición estética con una metafísica.
Han existido otras definiciones de la belleza a lo largo de la historia
que no se fundamentan en la metafísica y que enfocan su atención
en los objetos en sí mismos. Por ejemplo Plejánov o Georg Lukács
afirman que lo bello se encuentra en la unidad de contenido y forma
que tiene el propio objeto bello.
Para W.T. Stace (The Meaning of beauty), la belleza se da en la fusión
de un contenido intelectual y un campo perceptual, gracias a la cual
se revela un aspecto de la realidad.
Santo Tomás en la edad media dice que lo bello es “lo que place a
la vista”, concepción totalmente subjetivista.
Tratar de definir la belleza como categoría significa buscar una
definición real, entendiendo por ésta la que incluye ciertos rasgos
constantes, necesarios o esenciales. Esta pretensión es sumamente
difícil y nos debemos preguntar: ¿se puede descubrir en las obras
que consideramos bellas ciertos rasgos que permitan construir una
definición real, concreta de lo bello?
Como ya se señaló, los griegos subrayan el orden, la proporción y
la armonía como rasgos de la belleza. Estos rasgos prevalecen en
la estética cristiana (San Agustín) y la medieval (Santo Tomás). En
el renacimiento se deja de pensar que la belleza
de los objetos viene de Dios y se piensa que los
objetos son bellos en sí mismos. Para León
Bautista Alberti, teórico de la arquitectura
renacentista, “la belleza es una concordancia de
las partes de un conjunto, de tal manera que nada
se puede agregar, quitar o cambiar sin hacerlo
menos agradable”. Y complementa su definición
con esta otra: “la belleza es una especie de
armonía y de acuerdo entre todas las partes que
constituyen un todo construido según un número
fijo, cierta relación, cierto orden, tales como lo
exige el principio de simetría que es la ley más
elevada y más perfecta de la naturaleza”.

Los rasgos de belleza son los mismos que los del
arte clásico: armonía o concordancia de las partes,
la proporción y la simetría.
Pero no se puede olvidar que en determinados
períodos, como en el barroco y el manierismo,
los artistas se rebelan contra lo bello clásico y crean
bajo otras categorías como el pintor español del
siglo XVII Diego de Velásquez o Rembrandt.
En el romanticismo prevalece la categoría de
belleza pero no bajo el esquema clásico de
equilibrio, proporción y armonía; sino de la
emoción, el entusiasmo, lo extraño y lo misterioso, como
lo deja ver en su obra el romántico Eugene Delacroix.
Es muy importante observar y señalar que los cambios
ideológicos que se han dado en la historia han marcado
las pautas para las concepciones estéticas y por lo tanto
de las definiciones de las categorías estéticas, como en
este caso ha sucedido en lo bello.
De esta manera lo bello como categoría estética tiene un
carácter variable y diverso; que está en constante cambio
atendiendo a la historia del ser humano.
Por ejemplo la concepción de belleza en el cuerpo humano,
ha variado enormemente. En la Grecia clásica la Venus de
Milo encarna el ideal de belleza femenina, en cambio en
el barroco este ideal lo encarnan las mujeres robustas y
frondosas como en Las tres gracias de Rubens.






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